e-issn 2227-6513 santiago, Nro.Especial, 2025

Artículo de Investigación

Identidades culturales. Propuesta de coordenadas teóricas y metodológicas para su estudio en la sociedad cubana actual

Cultural identities. Proposal of theoretical and methodological coordinates for their study in current Cuban society

Identidades culturais. Proposta de coordenadas teóricas e metodológicas para seu estudo na sociedade cubana atual

Elaine Morales Chuco*, ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1353-4429

Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”, La Habana, Cuba

*Autor para correspondencia: elamorales66@gmail.com

RESUMEN

El artículo responde a la demanda científica e ideológica de disponer de teorías y metodologías actualizadas para el estudio de las identidades en su diversidad y complejidad. Defiende que la identidad es una construcción de la subjetividad contextualizada que imbrica contenidos demográficos, geográficos, económicos y culturales, entre otros. Tiene expresiones del tipo nacional, cultural, de género, generacional, territorial, de clase, racial, las cuales se amalgaman a nivel personal y grupal con distinto nivel de complejidad. La investigación que sostiene el artículo tuvo como objetivo elaborar una teoría sustantiva para el estudio de la identidad cultural. Se empleó el enfoque cualitativo, específicamente la Teoría fundamentada. Los resultados se concentran en: sistematización crítica de los antecedentes según los contextos de su producción, elaboración de teoría sustantiva para el estudio de la identidad cultural que define identidad, identidad cultural, sus dimensiones generales y específicas, indicadores e instrumentos para su estudio.

Palabras clave: Identidades culturales, enfoques, teorías, definiciones, dimensiones

Abstract

Proposal of theoretical and methodological coordinates for their study in current Cuban society ABSTRACT The article responds to the scientific and ideological demand for updated theories and methodologies for the study of identities in their diversity and complexity. It argues that identity is a construction of contextualized subjectivity that interweaves demographic, geographic, economic and cultural content, among others. It has expressions of the national, cultural, gender, generational, territorial, class, and racial type, which are amalgamated at a personal and group level with different levels of complexity. The research supported by the article aimed to develop a substantive theory for the study of cultural identity. The qualitative approach was used, specifically the Grounded Theory. The results are concentrated in: critical systematization of the antecedents according to the contexts of their production, elaboration of a substantive theory for the study of cultural identity that defines identity, cultural identity, its general and specific dimensions, indicators and instruments for its study.

Keywords: Cultural identities, approaches, theories, definitions, dimensions

Resumo

O artigo responde à demanda científica e ideológica por teorias e metodologias atualizadas para o estudo das identidades em sua diversidade e complexidade. Ele argumenta que a identidade é uma construção de subjetividade contextualizada que entrelaça conteúdos demográficos, geográficos, econômicos e culturais, entre outros. Ela tem expressões de tipos nacionais, culturais, de gênero, geracionais, territoriais, de classe e raciais, que são amalgamados em nível pessoal e de grupo com diferentes níveis de complexidade. A pesquisa que embasa o artigo teve como objetivo desenvolver uma teoria substantiva para o estudo da identidade cultural. Foi utilizada a abordagem qualitativa, especificamente a Teoria Fundamentada nos Dados. Os resultados centram-se em: sistematização crítica dos antecedentes segundo os contextos da sua produção, elaboração de teoria substantiva para o estudo da identidade cultural que defina a identidade, a identidade cultural, as suas dimensões geral e específica, indicadores e instrumentos para o seu estudo.

Palavras-chave: Identidades culturais, abordagens, teorias, definições, dimensões

Recibido: 19/6/2025 Aprobado: 14/9/2025

Introducción

Las identidades constituyen un tema recurrente en la agenda actual de las ciencias sociales cubanas, así lo muestra su presencia en publicaciones seriadas y no seriadas y en las líneas investigativas de programas de ciencia, tecnología e innovación de carácter nacional y sectorial .

En la configuración de las identidades intervienen factores diversos, desde individuales hasta sociales más generales; se trata de una construcción de la subjetividad contextualizada que imbrica contenidos demográficos, geográficos, económicos y culturales, entre otros. En consecuencia, tiene expresiones del tipo nacional, cultural, de género, generacional, territorial, de clase, racial, las cuales se amalgaman a nivel personal y grupal con distinto nivel de complejidad. Por ello convocan para su estudio, a varias disciplinas, enfoques teóricos y metodológicos, enfrascados en mostrar las identidades en toda su profundidad, conflictividad e implicaciones sociales.

El área referida a la identidad cultural ha sido una de las más recurridas en Cuba, Latinoamérica y el Caribe; así lo registran importantes estudios de las ciencias sociales de la región . En nuestro país, se recalca el papel de la identidad cultural en la salvaguardia de valores fundamentales de la Nación y del socialismo; así lo ha suscrito una buena del pensamiento social de la vanguardia revolucionaria.

En consecuencia se requirió elaborar una teoría sustantiva actualizada y contextualizada, con capacidad orientadora para la ejecución de investigaciones en el tema.

En este particular, es preciso llamar la atención acerca de los Programas Nacional y Sectorial de Ciencia, Tecnología e Innovación, dirigidos al estudio de la identidad cultural, en los cuales el Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello” ha inscrito tres proyectos de manera sucesiva (2017-2020; 2021-2023, y 2024-2026). Los resultados exponen el recorrido por puntos esenciales en la trayectoria del tema, que pudieran sostener la apropiación e innovación en investigaciones teóricas y empíricas. Entre sus resultados presenta la sistematización crítica de una parte de la producción teórica, de los antecedentes empíricos donde se funden las categorías de interés: identidad cultural y juventud y la elaboración de una propuesta conceptual y metodológica para estudios empíricos.

Este texto expone además de esta introducción, aspectos metodológicos de partida en la investigación, nociones mínimas sobre las identidades en general y las culturales en particular, la propuesta analítica para el estudio del tema, con énfasis en jóvenes, y las conclusiones.

Metodología

La sistematización teórica tuvo como categoría central la Identidad cultural, y en función de ella se rastreó la documentación científica. En el análisis se emplearon herramientas de la metodología cualitativa; específicamente se utilizaron la entrevista a expertos y el análisis de contenido. La primera se centró en personas avezadas en la materia, pertenecientes a diferentes disciplinas, instituciones; fueron diversos además, en cuanto a sexo, color de la piel, edad y trayectoria académica. Su relevancia está avalada en premios científicos y académicos.

Por su parte, el análisis de contenido, se empleó con la finalidad de examinar antecedentes y aportes teóricos, lo cual permitió registrar referencias generales y específicas, ubicadas en varios centros de documentación e información .

El procesamiento y análisis de la información se sustentó en la Teoría Fundamentada (de Souza, 2010; de Souza, Ferreira, Cruz y Gomes, 2007; Hernández, Fernández y Baptista, 2014; Hernández, Herrera, Martínez, Páez, y Páez, 2011; Íñiguez y Muñoz, 2004; Sautu, 2005; Sautu, Boniolo, Dalle, y Elbert, 2005; Strauss, y Corbin, 1998), por su pertinencia para dar respuesta a preguntas sobre procesos y relaciones entre conceptos que conforman un fenómeno; se utilizó la codificación abierta, la axial y la selectiva, lo cual permitió organizar los datos, identificar temas, conceptualizaciones, definiciones, visibilizar categorías esenciales y establecer los vínculos entre ellas.

Ese procedimiento permitió estrucutrar los datos en los acápites que siguen, escalando desde la recopilación de teorías y enfoques, que sirven de antecedentes, hasta análisis crítico de los aportes y presentación de las tendencias principales en el escenario cubano.

Resultados y discusión

Acerca de las identidades

La sistematización realizada asumió como punto de partida la recuperación realizada por la psicóloga cubana Dra.C. Carolina de la Torre (2001), que recoge elementos ontológicos, epistemológicos, teóricos y metodológicos, y destaca enfoques y teorías, entre ellos el Enfoque Histórico Cultural (EHC), la Teoría de la Identidad Social (TIS) y de la Teoría de la Autocategorización (TAC). Estas últimas han sido amplificadas en varias publicaciones (Ibáñez, 1990, 2004; Hogg, 2016; Hylland, 2016), y retomadas para estudiar las identidades asociadas a los procesos y conflictos grupales. De igual manera, se valoran los análisis críticos (Scandroglio, López, y San José, 2008), que llaman la atención sobre vacíos y sobredimensionamientos de las implicaciones de los procesos de diferenciación y discriminación exogrupal.

La reconstrucción del itinerario del tema reconoce la valía de las elaboraciones referidas al quehacer y el poder grupal (Martín-Baró , 1989), a los aspectos comunicativos (Blanco, 2016; Íñiguez, 2001), así como a las relaciones con los procesos de exclusión (Morales, Moya, Gaviria, y Cuadrado, 2007). Más allá de la psicología social se identificaron otros aportes (Castells, 2001; Colombres, 2017; Escobar, 2017; García, 2004; Giménez, 2004; Goffman, 1963; Martín Barbero, 2002; Melucci, 1999; Van Dijk, 2008 ), enfáticos en la identidad deteriorada por los estigmas y en la tipología de estos.

De manera general, las teorizaciones consultadas resaltan elementos epistemológicos y gnoseológicos; se proponen rebasar la ambigüedad que rodeaba al concepto en sus inicios, reconocen el carácter social y cultural de las identidades en cualquier ámbito de análisis. Refuerzan el carácter relacional y plantean que es imposible concebir la identidad solo desde la mismidad, excluyendo la alteridad, pues una y otra conforman una relación indivisible; coinciden que la autoidentificación se acompaña necesariamente del heterreconocimiento.

Asimismo, suscriben la relación entre las macro y las microidentidades, en tanto dimensiones que varían y se alternan según las claves de referencia -clase, género, generación, territorio y color de la piel- y la relevancia de los elementos de unidad y diferencia.

Otro de los elementos sobresalientes es el carácter histórico. En cada momento la identidad devela sentidos y significados determinados; la intersubjetividad que la sustenta dialoga no solo con la experiencia directa individual o grupal de un momento dado, sino con la historia social y cultural de la humanidad que le ha sido trasmitida.

Vale resaltar también el carácter construido, sustentado en las interinfluencias y presiones intragrupales contextualizadas, que dan lugar a la incorporación de (pre)juicios, normas, roles, percepciones e imaginarios en la definición de las identidades. Tales elementos determinan membresías, rasgos distintivos, fronteras y límites entre las identidades.

De lo anterior se deriva otra característica a considerar: nexo con las ideologías y el poder –real o simbólico- pues construyen intereses, valores y proyectos que les afianzan y conectan con el contexto histórico, geográfico y cultural.

El análisis de las nociones generales en torno a las identidades, permitió precisar algunas ideas de partida con vista a los estudios empíricos (Morales, 2017):

• Es una construcción subjetiva multideterminada; está condicionada por el contexto político, socioeconómico e histórico cultural; y por tanto es social y cultural en sí misma. La distinción de un tipo de identidad responde a exigencias investigativas.

• Supone articulación estable de aquellas identidades existentes a nivel individual y grupal. Se configura y expresa en interrelación con las características y contenidos correspondientes a esos niveles de existencia de la subjetividad. Esta complejidad y diversidad conduce a reconocer la existencia de identidades.

• Se configuran en torno a una amplia variedad de elementos objetivos y subjetivos, que configuran una imagen densa, estable, compartida y reconocida al interior y al exterior del grupo.

• Se distinguen como elementos centrales las autopercepciones que aportan homogeneidad sobre y heterogeneidad con respecto a otros, unido al sentido de pertenencia y la identificación con un grupo.

• Se reconocen identidades asociadas a: clase, cultura, género, generación, territorio, condición racial, religión, así como a gremio, ocupación, formación profesional, ideología, entre otras; cada una de ellas da cuenta de niveles de expresión y complejidad. Del mismo modo, se observan identidades de grupos pequeños, reconocidos por su condición psicosocial.

• Implican relación con otro, ya sea en función de complemento u oposición, de lo cual deriva su vínculo con los procesos de inclusión o exclusión social.

• Evoluciona, es dinámica y contextual.

• Su construcción ocurre a partir de la influencia de diversos agentes y mecanismos que emergen diferenciadamente según contextos y oportunidades de interacción y diálogo.

• Constituyen un aspecto clave en la formación y expresión de ideologías.

• Se pueden estudiar en grupos nominales y en grupos psicosociales. Se puede estudiar mediante los propios recursos que marcan las diferentes dimensiones, es decir los símbolos y significados.

Identidades culturales. Algunas claves

Las elaboraciones concernientes a la identidad cultural no replican de manera automática las formulaciones generales antes señaladas, aunque sí se adscriben al condicionamiento histórico, al carácter dinámico y relacional, para luego mostrar particularidades en los indicadores, contenidos, y contextos de construcción.

Entre los autores que reportaron más utilidad para el estudio se encuentran algunos enmarcados en la producción y crítica de los Estudios Culturales (Hall, y Gay, 2003; Martín Barbero, Feixa, y Figueras, 2017; García, 2004; Mattelart, A., y Neveu, 2004); y otros adscritos a una visión más liberadora, como es el caso de Colombres (2014), Monsiváis (2004), Valenzuela (2004), Giménez (2004, 2009 y 2010), Díaz-Polanco (2007) y Ticio Escobar (2017), entre otros intelectuales.

A partir del análisis de la información es posible visualizar un conjunto de premisas o puntos de partida para enmarcar las definiciones de identidad cultural:

o relación identidad nacional-nación e identidad cultural-cultura;

o relación entre identidad cultural e identidad nacional;

o alternancia en la subordinación entre identidad cultural e identidad nacional;

o relación entre identidad cultural y cultura popular;

o identidad cultural, diversidad y multiculturalismo;

o identidad cultural y poder.

Luego aparecen aspectos que actúan sobre las identidades y que tienen la capacidad de modificar su significación, como es el caso de los valores, los medios de comunicación masiva y las industrias culturales; asimismo, se observa la horizontalidad y la verticalidad en su construcción, pues aparecen los vínculos con identidades étnicas y territoriales por un lado, y por otro se presenta su condición clasista, que reclama la democratización de su apropiación.

En consecuencia se pudieron registrar y organizar términos y contenidos susceptibles de formar parte de la definición. Ellos son los siguientes:

- Centralidad de una determinada noción de cultura. En consecuencia, se muestra un corrimiento más o menos significativo hacia el respeto de la diversidad, con lo cual reconoce la existencia de identidades, o se asume el dominio absoluto de una cultura elitista, que da lugar a una identidad, la del grupo que ejerce el poder, sin espacio a diálogo ni consenso.

- Temporalidad o carácter histórico, que supone conocer el origen de los vínculos, las producciones iniciales y su devenir, por lo que permite leer continuidades y rupturas dentro de una determinada trayectoria identitaria.

- Dinamismo, asociado a las cuotas de poder en su producción y legitimación.

- Carácter intersubjetivo, pues se trata de una producción colectiva.

- Homogeneización al interior de determinado grupo, que puede incluir heterogeneidad según clase, generación, color de la piel y territorio; y al propio tiempo permite diferenciación precisa con otros significativos por sus distinciones culturales.

- Carácter procesual que implica paulatina identificación y diferenciación.

En conceptualizaciones de mayor detalle y proyección empírico-metodológica, se detectaron dimensiones e indicadores, así como componentes objetivos y subjetivos que le definen. Con respecto a las dimensiones apuntan las siguientes:

- Conocimiento o información acerca de los aspectos distintivos -indicadores seleccionados, organizados.

- Apropiación, apego y sentido de pertenencia al grupo con base en las distinciones.

- Participación en la actividad de producción, recreación y circulación de los aspectos distintivos.

Mientras, entre los indicadores de distinto grado de complejidad, se ubican: lengua, sus usos y costumbres en la vida cotidiana; objetos, lugares, creencias, religión, mitos, eventos, símbolos, códigos, historias, tradiciones, leyendas, territorios, discurso, normas y valores; gustos, aspiraciones y metas comunes y legitimadas; estilos y vestuario; características de la vivienda, de su organización y su entorno; costumbres sexuales, hábitos gastronómicos; así como expresiones del arte, la literatura, la arquitectura y la cultura popular.

Asimismo, se aprecia la jerarquización de los indicadores en dos niveles, uno central o nuclear que guarda las esencias y exhibe mayor estabilidad, y otro externo o periférico, de mayor variabilidad.

Los aspectos recogidos muestran los énfasis de varios de los autores más reconocidos en la materia, y al propio tiempo, indican un camino para nuevas miradas y problematizaciones en el tema.

Algunos estudios cubanos acerca de las identidades: lo nacional y lo cultural

En particular, los estudios sobre la identidad cubana remiten necesariamente a la obra de Fernando Ortiz; su definición de cultura cubana como un ajiaco y las tesis asociadas: “Cubanidad es la calidad de lo cubano…es su índole, su condición distintiva, su individuación dentro de lo universal […] la cubanidad es condición de alma, es complejo de sentimientos, ideas y actitudes” (Ortiz, 1973) constituyen referencias esenciales. Para este notable, tal cualidad puede adquirirse por residencia, nacionalidad o nacimiento y alertaba lo engañoso de estas formas, debido a la variada intervención de los procesos migratorios internos y externos. Incorpora a la cubanidad de nacimiento, nacionalidad, convivencia y cultura, la necesaria conciencia de ser cubano, la voluntad y el deseo de serlo para que sea una condición plena. A esta última la denomina identificación conciente y ética de ser cubano, y la califica de cubanía -plena, sentida, conciente y deseada, responsable, con fe, esperanza y amor- diferenciándola de la cubanidad legal por nacimiento o adopción.

La obra de Fernando Ortiz marca pautas en estudios antropológicos, sociológicos y psicológicos y en indagaciones artísticas. Su definición de cubanía no establece límites estáticos entre lo nacional y lo cultural; por el contrario, da cuenta de ambas aristas, al tiempo que abre líneas de indagación empírica pertinentes a lo subjetivo.

Por otra parte el recuento de las investigaciones del ICIC devela la obra de Rolando Zamora (2000) y Maritza García (2000, 2002, 2003), cuyos trabajos se concentraron en la Identidad Cultural, abordada con enfoque sociológico colindante con la visión sociopsicológica del presente estudio. En ambos casos, no se desplegaron estudios empíricos, empero sí establecieron definiciones, componentes e indicadores pertinentes al contexto cubano.

En el caso de García señala: "Llámese Identidad Cultural de un grupo social determinado o de un sujeto determinado de la cultura, a la producción de respuestas que, como heredero y transmisor, actor y autor de su cultura, este realiza en un contexto geohistórico dado como consecuencia del principio sociopsicológico y antropológico de diferenciación-identificación en relación con otro(s) grupo(s) o sujeto(s) culturalmente definidos". (García, 2000, p.80)

Su tributo fundamental es la presentación de un modelo teórico (García, y Baeza, 1996), que incluye seis componentes –sujeto de la cultura, otro significativo, sujeto de identidad, actividad identitaria, así como objetos de la cultura y de la identidad- los cuales van acompañados por procesos de identificación, diferenciación, producción de respuestas de identidad, y circulación de la memoria histórico-cultural, para así producir identidades culturales a tono con las culturas de pertenencia. El modelo propone considerar las diferencias entre sujetos y objetos de la cultura, y de la identidad, con base en el proceso de apropiación en la actividad sentida y relevante de una determinada cultura.

De él se derivan tres niveles de expresión de la identidad cultural: la supranacional compartida con otras sociedades y susceptible de formar una región cultural; la identidad cultural de una nación coincidente con la nacional, y las identidades culturales microsociales portadas por los diferentes grupos al interior de una sociedad.

Rolando Zamora por su parte definió: “La identidad cultural de una comunidad humana es la forma en que dicha comunidad asume, de forma consciente (con un discurso racional o como vivencia cotidiana), toda manifestación o expresión de su ser espiritual y material, creado durante su devenir histórico, hállese o no organizada como nación o estado; es el sentido que un colectivo humano tiene de su ser y de la continuidad del mismo”. (Zamora, 2000, p. 183)

Este autor especificó la existencia de un núcleo central y una periferia de sentido; el primero es estable, y la segunda varía en el tiempo, por lo que la identidad cultural se mantiene invariable cuando solo se transforma la periferia. Agregó que es posible concebirla en dos sentidos: a) sistema de valores y comportamientos con el cual se identifica la mayoría del pueblo nación –la cultura como se vive- y, b) meta social establecida por las clases y grupos dominantes –la cultura como se le piensa. Añadió que según su forma de existencia es: espiritual, concerniente a tradiciones orales e idiosincrasia y, material, alusiva a obras de arte, edificaciones y objetos utilitarios. Recalcó la mediación de los procesos de identificación y diferenciación cultural. Incorporó el término formas culturales para señalar la multiplicidad de expresiones de las identidades culturales.

Definió la identidad cultural cubana en calidad de variable dependiente, y presentó un conjunto de variables independientes que deberían explicarla, pero que a nuestro juicio merecen revisión por su desnivel: pensamiento de la identidad, cultura popular, lenguaje, arte y literatura, vida cotidiana de la familia, instituciones escolares y culturales, así como rasgos de la psicología social del cubano: conciencia colectiva, espiritualidad cubana, formas de ser, hábitos, estereotipos, componente etnopsicológico, costumbres, motivaciones, afectividad y subjetividad. Según este autor, todas deben ser analizadas de acuerdo con el contexto histórico, la estructura socioclasista, la raza y el grupo étnico, la región o territorio, las migraciones, el género y las generaciones. El nexo con la estructura socioclasista marca su heterogeneidad y genera dos expresiones: cultura de élites u oficial y cultura popular; la primera es la cultura elaborada por una vanguardia intelectual; en tanto la segunda, es la cultura sentida e interpretada en la vida cotidiana y encarnada por las capas más humildes.

Resalta en la obra de este autor, el lugar de lo psíquico y de la subjetividad, en sus diferentes niveles de existencia y visibilidad, en franca conexión con los componentes sociológicos.

De las concepciones de García y Zamora se destaca asimismo, la visión de cultura como producción colectiva, construida en torno a actividades específicas; dinámica y situada históricamente; que trasciende los aspectos artísticos y literarios e incluye lo popular y tradicional; así como las normas y valores, producciones concernientes a la regulación de las relaciones en la vida cotidiana; la contextualización territorial y socioeconómica del grupo en estudio; el papel de los objetos y los sujetos concomitantes y representativos; y la variedad de componentes, entre otros aspectos.

De igual modo se nota la visión de la identidad cultural en calidad de construcción subjetiva, con niveles y formas de expresión en dimensiones e indicadores, transversalizados por los rasgos de la estructura socioclasista.

Además de Zamora, otros dos autores han propuesto términos que complementan o especifican el abordaje de la identidad cultural; tal es el caso de Jesús Guanche (2017), quien desde el enfoque etnoantropológico emplea rasgos culturales comunes, para acercarse de modo sistémico al conjunto de cualidades generalizables a los grupos humanos y a las variaciones del sentido de pertenencia y la diferenciación. Asimismo, Fernando Martínez Heredia (2000) a partir de la visión histórica, propone acumulación cultural con la finalidad de llamar la atención acerca de la historicidad de los contenidos, las especificidades y continuidades.

En calidad de precedentes empíricos aparecen estudios, pensados desde visiones disciplinares -psicología, antropología, sociología, historia y filosofía- e interdisciplinares del tipo sociopsicológico, psicopedagógico, socioantropológico, sociohistórico, sociolinguístico y psicolingüístico (de la Torre, 1997; Basaíl, 2006; Fundación "Fernando Ortiz", 2003; Ibarra, 1985; Martínez, 2008; Iglesias, 2010; Tejeda, 1999). El arqueo de varios de ellos, permiten identificar cuestiones indispensables para realizar acercamientos de distinto tipo.

Entre los asuntos más estudiados se aprecian: pensamiento social cubano; significado de las relaciones con la metrópoli española y con EEUU; repercusión de las crisis políticas y económicas durante la república neocolonial; e impacto del triunfo de la Revolución y del período especial en las características que tipifican a los cubanos

Otra tendencia esencial es que las definiciones de identidad cultural aluden a: i) configuración de un proceso de integración, sedimentación y desintegración de sus componentes, que trasciende las derivaciones de nacimiento, nacionalidad o residencia; ii) producción, modificable por las influencias del contexto, y dinamizada a partir de la intervención de procesos migratorios internos y externos; iii) mediatizada por elementos sociales y personales que incrementan la diversidad dentro de la cubanidad; iv) construcción social cambiante que articula diferentes nociones de pertenencia: clasistas, étnicas, raciales o de género.

En el orden de la estructura interna de la definición, se apreció la atención a las dimensiones cognitiva –conciencia de ser- y a la afectiva –deseos de ser. En tanto en calidad de componentes o indicadores se divisaron: sentimientos, ideas y actitudes; costumbres, hábitos; rótulos callejeros, imágenes, inscripciones rituales; expresiones verbales populares, gestos; cultura popular tradicional, arte y literatura; vida cotidiana englobando familia, instituciones escolares y culturales; rasgos sociopsicológicos personales y grupales; pensamiento de la identidad, conciencia colectiva, espiritualidad cubana; estereotipos, formas de ser y motivaciones. Algunos de ellos analizados según pertenencia socioclasista, color de la piel, étnica, región o territorio, migraciones, género y generaciones.

Tal listado de indicadores ensancha los contenidos a estudiar e impone la necesidad de jerarquizarlos para señalizar su alcance.

En cuanto a los resultados concernientes a la identidad cultural y nacional, se avistó en primer lugar, que las cualidades de lo cubano se reconocen marcadas por acontecimientos y conflictos políticos: la confrontación con la metrópoli española y con EEUU en diferentes momentos por una parte, y por otra, los sucesos vinculados a los procesos revolucionarios. De ahí que se califique como una fuerte autoidentidad, que valoriza la gesta nacional, reafirma las identidades populares, se enorgullece de las diversidades sociales, las integra y condena aquello que las menoscabe. Encierra además, identificación con soberanía, con justicia social, igualdad, poder del pueblo, nación e identificación de un enemigo común; todo lo cual se manifiesta a nivel individual en creencias, deberes y derechos, expectativas, virtudes e identificación de destino común.

Entre los rasgos positivos señalados se encuentran: características personológicas favorecedoras del éxito en las relaciones interpersonales y en la vida en general; carácter rebelde, independiente y democrático; empleo del choteo para expresar insatisfacción; espíritu alegre, carnavalesco y bullicioso. Además, orgullo y compromiso con lo cubano, y protección de lo nacional ante la crítica externa. La presencia de rasgos negativos se asocia a las crisis, y se expresan en forma de incremento de las manifestaciones de violencia, suicidio, irritabilidad, amargura, tristeza, criminalidad progresiva y juegos de azar.

Asimismo, los hallazgos de los autores a partir de la crisis de la década del 90, apuntan a la modificación de ciertas características personales. Aparecieron rasgos del tipo: negociantes, interesados, pasivos, simuladores y apáticos. Se halló también reevaluación de las prácticas culturales antes demeritadas, ya sean peleas de perros y gallos, o juegos azar, unido a juegos típicos del ámbito rural -carreras de caballos, palo encebado, entre otros; e incorporación de otros ejercicios asociados a la nuevas tecnologías y a las ofertas no estatales presentadas por los bancos de TV satélite y la comercialización del paquete.

Lo analizado hasta aquí permite presentar una propuesta teórico metodológica, que reconoce la necesidad de delimitar y fundamentar los estudios en torno a las identidades culturales, de manera que sean replicables a partir del empleo de instrumentos tipo, cuya aplicación y resultados permitan realizar comparaciones sincrónicas y diacrónicas.

Se parte de principios y premisas que colocan la propuesta en el contexto epistemológico actual, con el margen requerido para ajustarla de acuerdo con la evolución de los saberes.

El posicionamiento teórico se asienta en la comprensión marxista y dialéctica de la sociedad. Reconoce a la cultura como una compleja producción de significados, emanada de las prácticas sociales de un grupo en un contexto específico, fijada en bienes materiales y simbólicos, así como en códigos de interacción con capacidad para orientar y regular la conducta.

Visibiliza una mirada interdisciplinaria –sociopsicológica- y apuesta por la visión transdisciplinar. En particular, el entramado de teorías psicológicas aporta la plurideterminación de la subjetividad, anclada en los enfoques psicosocial e histórico cultural, que defienden la mediación interrelacionada de las condiciones individuales, micro y macrosociales, la cual transita por la multiplicidad de pertenencias grupales. De ahí la posibilidad de hacer lecturas cruzadas, desde un determinado nivel de expresión de las identidades con respecto al resto.

La propuesta considera a la Identidad Cultural parte de un todo, donde convergen otras construcciones de la subjetividad, y se integran otras identidades, con las cuales guarda relación de interdependencia. Asimismo constituye una totalidad, susceptible de ser diseccionada operacionalmente, según sus dimensiones y las características de los grupos que la construyen.

Esta elaboración entiende a las identidades como “objeto del conocimiento” que evoluciona y debe ser construido sistemáticamente (García, 2003); ello permite ajustar la concepción teórica a la viabilidad del estudio y a los límites impuestos a la práctica investigativa.

Al propio tiempo reconoce la relevancia de lo tangible y de la concientización de los contenidos identitarios comunes y diferentes, y suscribe la importancia de lo simbólico, de los sentidos y significados que adquieren las homogeneidades y heterogeneidades, así como los elementos que las representan. Al respecto, de la Torre señala: “Ni la medida objetiva de ciertos rasgos, ni la comparación de parámetros establecidos (y a veces muy poco significativos como elementos de comunidad, continuidad, diferencia con los otros, etc.) nos garantiza el camino de acceso al núcleo de la identidad, a la conciencia de la mismidad” (de la Torre, 1995). Con tal aseveración, llama la atención acerca de las dificultades para asir y valorar en su justa medida, las producciones reveladas por individuos y grupos según los diferentes roles que desempeñan en la sociedad. Así, ratifica la constante necesidad de perfilar propuestas metodológicas e instrumentos de valor científico. Por tanto, el acercamiento a la identidad cultural requiere de la ética profesional, sustentada en el compromiso -horizontalidad, diálogo y participación- y expresada en metodologías y prácticas (auto)transformadoras.

Coordenadas teóricas y metodológicas para el estudio de las identidades culturales

A tono con lo sistematizado, se entiende identidad como la construcción de la subjetividad de un individuo o grupo, que define su origen, devenir y actualidad, al tiempo que proyecta sus características esenciales, estables y compartidas; corporeizadas en elementos objetivos y subjetivos reconocidos; cuya significación permite establecer a su interior tendencias de continuidad, ruptura y emergencia, así como concientizar diferencias y semejanzas con otros significativos en un contexto determinado.

De manera particular se define la identidad cultural (IC) como: Construcción de la subjetividad que define el origen, devenir y actualidad de un grupo, y al propio tiempo proyecta sus características esenciales, estables y compartidas, sustentadas en la producción y cohesión en torno a los componentes diversos y distintivos de una cultura reconocida, cuyos significados le permiten reconocerse y establecer tendencias de continuidad, ruptura y emergencia a su interior, así como concientizar diferencias y semejanzas con otros grupos significativos en un contexto determinado.

De la definición se desprenden los siguientes rasgos de las identidades culturales:

- Carácter histórico, complejo, dinámico y sistémico.

- Carácter activo de los grupos y personas implicadas; legitima su participación en la producción de las culturas e identidades.

- Carácter inclusivo, democrático y democratizador; reconoce la diversidad de culturas y sus componentes materiales e inmateriales; comprende un amplio repertorio de producciones simbólicas.

- Carácter heurístico; permite develar emergencias ideológicas, relaciones de poder y prácticas contrahegemónicas de transformación social.

Asumida como variable fundamental, se definen dimensiones e indicadores específicos, que pueden ser operacionalizados empleando enfoques metodológicos mixtos, con capacidad para revelar y construir datos en forma de autoimágenes –autopercepciones y, autocategorizaciones- que dialogan con las heteroimágenes -representaciones sociales y percepciones sociales.

De acuerdo con la complejidad de la identidad cultural, las dimensiones a considerar tienen diferente nivel de elaboración y complejidad.

En un nivel más general se consideran la contextual, ideológica y axiológica; ellas constituyen la órbita exterior y dan cuenta del entramado de percepciones acerca de la estructura de oportunidades sociales y económicas en un determinado período, de la articulación de influencias de los medios de comunicación, las tecnologías y las industrias culturales, que unidas a la concatenación de normas y valores predominantes, condicionan la evolución de los contenidos de la mismidad y la otredad, sus fronteras, así como los procesos de identificación, homogeneización y diferenciación.

Con una función más específica se ubican las dimensiones cognitiva, afectiva y conductual; estas constituyen el centro, portan los contenidos específicos. La cognitiva articula las auto y heteroimágenes, referidas a aspectos comunicativos, valorativos y asociativos que distinguen al grupo y lo diferencian de otros significativos. La afectiva denota los sentimientos, traduce el proceso de identificación con respecto a las distinciones y le aporta dinamismo a la construcción. La conductual se relaciona con los comportamientos que evidencian y respaldan los elementos distintivos de las identidades.

En el conjunto de indicadores de la dimensión cognitiva, sobresale la mirada hacia la apropiación, recreación y reproducción de formas comunicativas –verbales y no verbales-, en las que se incluyen locuciones, gestos, vestuario y accesorios. Se añaden elementos reveladores de las orientaciones valorativas, tales como aspiraciones, condiciones necesarias para la felicidad, modelos y estrategias empleadas en la vida cotidiana. Completan el registro los objetos, figuras y territorios significativos, unido al amplio espectro de prácticas culturales desde diferentes roles. El área afectiva comprende la aceptación o el rechazo, el orgullo o la vergüenza hacia los elementos distintivos. Por otra parte, la dimensión conductual se constata en los comportamientos exponentes y defensores de los elementos identitarios.

Por sobre estos contenidos se edifica la diversidad; de acuerdo a las particularidades grupales, se aprecian las continuidades, rupturas y emergencias de nuevos contenidos identitarios.

Se asume que las identidades culturales en tanto producción de la subjetividad compartida generacionalmente, situada en determinado contexto socioeconómico y político, permiten reconocerse culturalmente y diferenciarse significativamente desde el punto de vista generacional.

El cambio contextual se concreta en transformaciones económicas, políticas, tecnológicas, y también en variaciones en torno a los contenidos definitorios de otras identidades (supraidentidades o subidentidades) como pueden ser las territoriales, de género, orientación sexual, etc. En función de tantas y variadas metamorfosis, se expresan continuidades o rupturas entre unas identidades y otras, y del mismo modo, se avizora la elaboración de nuevos contenidos, que aún no alcanzan a expresarse con plenitud, pero que pugnan por establecerse como diferencias sustanciales con lo que le antecedió.

Por tanto se abren tres perspectivas en el orden metodológico para estudiar las identidades culturales: i) desde sus vínculos con las elaboraciones artísticas y literarias, los bienes y servicios culturales, en calidad de productor, consumidor o gestor; ii) mediante la participación con disímiles grados de implicación, en procesos socioculturales desde diferente nivel territorial, para resignificar prácticas culturales, tradiciones y costumbres; y iii) a partir de la comunidad de aspiraciones, planes, proyectos, percepciones, trayectorias y estrategias de la vida cotidiana. Se trata de narraciones sobre sí mismos, esenciales para distinguirse de otros significativos.

Estudiar las identidades supone entender una construcción originada a partir de condicionamientos macrosociales y a su vez estructurada desde pertenencias microsociales, que dan lugar a una especificidad. Se trata de la convergencia de varios ejes y mediaciones, donde si bien prevalece una determinada homogeneidad, está atravesada y aporta contenidos de diversidad a otras dimensiones.

Conclusiones

Las teorizaciones y los resultados empíricos en materia de identidad cultural, acopiados por las ciencias sociales y humanísticas cubanas, constituyen importantes antecedentes para el encuadre de indagaciones actuales. Sus aportes complementan las visiones foráneas consideradas clásicas en la temática; en particular fortalecen la pertinencia del análisis del condicionamiento histórico y socioeconómico.

Los análisis de la identidad cultural realizados en Cuba, están fuertemente impactados por las lides políticas correspondientes a diferentes momentos históricos. El examen reafirma la particular huella de la crisis económica de finales del siglo XX, en la configuración de la identidad cultural, por su trascendencia en el plano axiológico, político e ideológico, expresado en diferentes contenidos de la subjetividad.

La producción desde varias disciplinas e instituciones constituye una fortaleza para generar nuevas elaboraciones inter y transdiciplinares, y concebir un sistema de producción de conocimientos en el tema.

La consolidación de los antecedentes sustenta la elaboración de una propuesta teórica y metodológica, con base en la articulación de enfoques de la psicología, apropiados para producir conocimientos contextualizados.

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Dra. C. Elaine Morales Chuco: Recolección de datos, Investigación, análisis de resultados, discusión, redacción, metodología.

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