Hasta siempre, amigo mayor
Resumo
Mis más tempranas memorias de música viva están estrechamente ligadas a tres seres humanos: mi abuela Enriqueta y mi madre, Adela, cantando y animándome a acompañarlas. Y luego, casi sin solución de continuidad, con Guillermo -el gordo Rodríguez Rivera, el hermano de alma de mi viejo Nils- intentándome enseñar a tocar guitarra en mi ya lejana infancia santiaguera. Luego pudo regalarme otras muchas lecciones de humanidad -¡dichoso yo!- antes de aprenderle lo que pude de poesía, ya como joven adulto-oyente, en la Universidad de La Habana, o cuando mucho después me ayudó a presentar mi “Palabra decantada” en Panamá.
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